domingo, 23 de julio de 2006

Mirada Vampírica: painful beauty

Sentimos cada latido, tentador, moviendo a través de cada músculo y vena el torrente de vida en un cuerpo. Su tambor es un llamado al instinto, es una tonada baja, seca. La escucho y muerdo mis labios.

Y ahí se que lo he encontrado, mi víctima.

Es difícil lidiar con esta pasión, es mortal para el otro. Si te importa el otro...

Complicado, el desenlace es inminente. Simple, deseas y matas. No hay tiempo para encariñarse, o al menos trata de no tenerlo.

Hay reglas. Algunas humanas que prevalecen, otras de la raza. Pero ninguno suele guiarse por alguna de estas, sino la propia. Yo tengo reglas, creo. Incluso un procedimiento.

Y si, lamentablemente me he enamorado de mi víctima, o la he deseado demasiado. Amor no es una palabra fácil, antes, después. Sigue siendo una cruzada.

Muchos matan y ya, pero todos nos tropezamos con la soledad más allá de la sed. Buscamos compañías para la eternidad. Estúpida ambición. Necesaria y estúpida.

¿Quién realmente sería una compañía durante la eternidad de la vida, la tuya, la suya? ¿Es posible soportarla? ¿Existen alternativas? Nos juzgan como seres solitarios, pequeño detalle el de vivir para siempre. Aterradora idea hacerlo solo, utopía pensar que será acompañados siempre por los siglos de los siglos aunque la muerte no nos separe...

Sentimos de más, a veces lo creo. La más minúscula vena en tus brazos, una mínima torsión en los músculos de tu cuello o tu pecho, aquel olor a vida y muerte, y el tambor que retumba e invita a bailar la danza de la cacería. Somos una tragicomedia, drama, risas, perdición, extremos. No vamos a morir.

Y la belleza, bajo la mirada vampírica, es dolorosa, brutal. Sentimos de más, estoy segura.

Al menos, yo.
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