viernes, 24 de junio de 2005

The Phoenix reborn, once again

Se siente el ahogo en la piel, marcada de sudor y adolorida por la cercanía de su brillante arrase. Los ojos arden, y cualquier lágrima que brota se evapora antes de limpiar las pupilas enormes, asombradas y asustadas. Se oyen sonidos extraños tras el vaporón, gemidos indistinguibles, atemorizantes, asquerosos...

Hay presencias perversas tras la humareda, almas negras como el humo que destila y ciega, carbones amargos que elevan las llamas hasta el cielo.

Camino, con cuidado, arde el cuerpo pero dentro el frío del pánico es endurecedor en cada paso. Terror a lo que se consume, ansiedad por ver sólo cenizas bajo mis pies, urgencia de la purificación, profana y sagrada. Mis ojos brillan, y el espíritu se ha tornado salvaje entre las tormentas de rabia y desenfreno, entre la sed de sangre y de dolor, bajo las venas fluye todo el torrente de lava. La brisa pesada sólo logra avivar los ímpetus, y el fuego danza glorioso devorandolo todo.

Ha llegado el día, ayer fue EL día. Meses, esperándolo.

Miles de horas presintiéndolo, añorándolo, elaborándolo.

Y por fín, el Phóenix renace...
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