viernes, 15 de octubre de 2010

La Hora Zen: Juzgar al Prójimo



Uno de los monjes del monasterio de Sceta cometió una falta grave y llamaron al ermitaño más sabio para que le juzgase.
El ermitaño se negó, pero insistieron tanto que acabó yendo. Antes, sin embargo, cogió un caldero y lo agujereó por varios sitios. Después, llenó el caldero de arena y se encaminó hacia el convento. El prior, al verlo entrar, le preguntó qué era aquello.

- Vine a juzgar a mi prójimo - respondió el ermitaño -. Mis pecados se escurren detrás de mí, como se escurre la arena de este caldero. Pero como no miro hacia atrás y no me doy cuenta de mis propios pecados, ¡me llamaron para juzgar a mi prójimo!

Los monjes desistieron del castigo en ese mismo momento.

(Leído en el libro Maktub, por Paulo Coelho)
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